La fuerza renovada de las pieles
La necesidad de estar con su hijo llevó a Myriam Buenaventura a dejar su empleo y retomar su negocio de peletería.
Mi trabajo en este sector viene de mis abuelos, que en 1939 se instalaron en el taller que después heredó mi padre. Yo quería ser directora de cine y empecé a estudiar para ello. También me apunté a clases de piano, alemán, inglés… Mis padres me pagaban los cursos de cine, pero para costearme el resto entré a trabajar por las tardes en la peletería con mis dos hermanos.
Entonces me aficioné al mundo de las pieles, sobre todo cuando fui a Noruega, en 1982, con 19 años, para aprender a comprar en subastas. Empecé a estudiar diseño de moda, a acudir a ferias, y vi que eso era lo mio y que, además, tenía una salida fácil. Estuve 17 años trabajando con ellos, hasta que llegaron los malos tiempos para el sector peletero -con la suma de crisis económica, protestas animalistas y la producción masiva en China de género de mala calidad- que acabaron con su buena imagen. Cuando cerramos en 1997, no quería saber nada de las pieles, me daba mucha pena, y empecé a trabajar en Loewe como jefa de compras, hasta 2005. Dejé la empresa para pasar más tiempo con mi hijo, que nació en 2001. Decidí entonces volver a mis pieles y conservar lo artesanal y el saber hacer.
España tiene uno de los mejores gremios peleteros del mundo, pero las protestas y las importaciones hicieron mucho daño en su momento. Hasta hace cinco años, cuando los modistos de Alta Costura las recuperaron para las pasarelas, las pieles no han vuelto a estar bien vistas. Ahora, el concepto es diferente, no se busca esa sensación del abrigazo, sino el detalle. Empezaron a aparecer accesorios, bolsitos, cuellos, prendas cortas, pieles funcionales, que abrigan y son muy suaves y ligeras.

Comencé en 2007 con una inversión de 120.000 euros para los tres primeros años, que me permitía tener mis patrones, probar los talleres, ir a ferias y comprar las primeras pieles. Logré formar un equipo estupendo y envié ‘malings’ a los antiguos clientes de la peletería familiar, a excompañeras de Loewe, etc. El boca a boca posterior, a pesar de ser una mala época, ha hecho que mi negocio vaya despegando.
Mi labor consiste en asesorar, confeccionar abrigos nuevos y transformar los antiguos. También ofrezco mantenimiento y custodia. Fabrico a medida y atiendo con cita previa a cada clienta. Los meses fijos son marzo y abril, y a finales de mayo empieza el movimiento con las reformas. Este año va mejor que los dos anteriores; cuando pase la crisis, no descarto una colección de hombre. También me planteo crear complementos para otros fabricantes, como cuellos de quita y pon y bordes de capucha. Ahora tengo un horario flexible, y en estos cinco años he podido ir al colegio cuando mi hijo hace una representación, llevarle al médico y acompañarle al autobús si se va de campamento.
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